Querida amiga.
No sabes cómo me duele tachar los
días en el calendario. Hoy, que el sol debía ser un anticipo de un brillante
Domingo de Ramos, aquí es como si nunca
hubieras existido. Parece que es la hora y no lo es.
Hoy, cuando no debería existir
más pregón que el de las calles llenas, las colas en las iglesias, las torrijas
para merendar y los niños correteando por la rampa del Salvador… Hoy. Hoy no
estás.
Hoy no estás y no puedo evitar
sentirme extraño. Y mira que sabes lo que tú y yo hemos llorado. Juntos.
Clamando al cielo. Ese cielo que esa tarde lloraba también sin motivo aparente,
altanero e incluso vacilante. Sin parecer importarle lo que pasaba a sus pies.
Mira que bien sabes lo mal que lo hemos pasado por eso. De capirotes de
terciopelo morado mojado, de tormentas de apatía e impotencia, de lluvias de
desolación intermitentes. Pero esta vez es distinto. Esta vez te nos arrancaron
de la mente como un sueño que se evapora con el simple abrir de los ojos en la
madrugada. Parecía tan real y no lo era.
Pero esta vez es diferente. En el
transcurrir lento del tiempo a este lado del sur del mundo no hemos podido
siquiera ni anticipar tu regreso. No hemos podido ni disfrutar de la espera, ni
del paso lento del calendario, ni de las tradiciones labradas de mano en mano,
de corazón en corazón, de calle en calle, de barrio en barrio.
Esta vez es todo demasiado
diferente. Yo te esperaba. Sabes que te esperaba. Te esperaba como quién espera
a una vieja amiga. Sentado en el andén perdido del invierno. Esperando esa
señal que siempre haces sonar el mismo día a la misma hora. La que me saca una
sonrisa, la que me anima el corazón, la que me despierta el alma. La flor
marchita que cada cofrade tiene en su interior y que riega cada día del año sin
más premio que el de tu regreso. Un regreso que, esta vez, se hará más de
rogar.
Pero que no os engañen. Dentro de
una semana será Semana Santa. No habrá cofradías en la calle, no habrá lluvia
de pétalos, no habrá saetas en los balcones, no habrá bullas de emociones, no
habrá levantas al cielo, ni izquierdos en la Campana. Triana no cruzará el
puente, ni San Bernardo el suyo. El Cautivo no vendrá desde el Tiro ni La Sed
desde Nervión. Judas no besará en la calle Santiago ni Jesús será presentado a
Sevilla en la Calzá. Ni La Paz pasará por el Parque ni La Borriquita bajará la
rampa. No saldrá la Amargura, ni romperá el Silencio de la Madrugá una corneta
macarena. No sonará Cigarreras, ni Virgen de Los Reyes. No pasará Monserrat por
Molviedro ni llorará la Magdalena en San Julián. No habrá milagro en San
Esteban ni caerá por tercera vez el señor de San Isidoro subiendo la Cuesta del
Rosario. No se moverá el olivo en Orfila, ni Santa Marta mandará callar por
Cuna. No sonara Tejera. No saldrán Los Caballos de Santa Catalina, no bajará la Cena por Gerona. Caifás no interrogará a Jesús, ni Herodes lo despreciará. La Macarena no pasará por el Arco, ni el Gran Poder dará sentido a todo al pasar por la calle que lleva su nombre. No habrá Semana
Santa como todas las generaciones de cofrades, viejos y jóvenes, la conocemos.
Pero la habrá. En cada casa del cofrade, en cada corazón del sevillano. La
ciudad de la Esperanza sabe cómo esperarte. Cueste lo que cueste. Tardes lo que
tardes.
Porque volverás.
Volverás como vuelven
las oscuras golondrinas
en tu balcón las
palmas a colgar
Y, otra vez, cornetas
lastimeras
Llorando llamarán
Y aquella mañana, de
Triana a La Alameda
Cuando el sol vuelva
a apuntar
Un nuevo Domingo de
Ramos otra vez despertará
Volverán los tupidos
naranjos las calles de Sevilla
De dulce aroma a
llenar
Cual nube de incienso
que desde la Costanilla baja
Pidiendo la venia en
la Campana para poder pasar
Y aquellas
candelerías
Que en la noche las bambalinas mandan repicar
Como lágrimas
derramadas en la acera
A sones de Amarguras
el aliento robarán
Volverá el amor de
los cofrades
Las antiguas calles de Sevilla a
llenar
Sus corazones
entregados
De este largo sueño
despertarán
Y tú, querida mía,
Cuando la Primavera
en un beso me parezca atisbar
Podrán ansiar tu
regreso a miles
Pero como yo
Nadie te esperará.