Pero también fue la Semana Santa
de la climatología. Después de varios años librándonos de las inclemencias del
tiempo, la lluvia volvió a ser protagonista y aguó, nunca mejor dicho, la
segunda mitad de la semana. 14 cofradías no pudieron realizar estación de
penitencia y el Viernes Santo se quedó en blanco, algo que no pasaba desde el
año 2013 cuando, precisamente, el Viernes Santo también se quedó de vacío junto
a la jornada del martes. La climatología fue, además, el gran dolor de cabeza
de la Semana Santa y demostró con creces lo que es la primavera en Sevilla. Del
calor del Domingo de Ramos se pasó a un Lunes Santo fresco en la sombra e
inaguantable al sol. Ráfagas de viento hacían augurar un descenso brusco de las
temperaturas por la noche. El Martes Santo, muy parecido, se agradecía la manga
larga. El Miércoles Santo amaneció nublado y así se quedaría todo el día hasta
que la lluvia hiciera acto de presencia a última hora. Pero para lluvia, la del
Jueves Santo. La granizada que cayó en la capital no dejó indiferente a nadie.
En redes sociales se iban compartiendo videos de auténticas riadas en Luis
Montoto o Nervión, de calles en las que parecía haber nevado, del césped del
Sánchez Pizjuán completamente blanco, de los devotos en la reja de la Macarena
y la calle Pureza aguantando estoicamente el chaparrón pertrechados con
chubasquero y paraguas y de los nazarenos yendo o viniendo de sus iglesias
sobre auténticos mares de agua de lluvia. Pero tras la tormenta, la calma, y el
mal tiempo dio paso a una noche y Madrugá tranquilas, aunque la amenaza de
lluvia por la mañana hizo correr a las hermandades de regreso a sus templos.
Del Viernes Santo en blanco a un sábado completo y sin prisas.
Tras unas Vísperas al completo,
el Domingo de Ramos comenzó, como
siempre, en El Porvenir con La Paz
recibiendo todo el sol primaveral en el blanco de sus nazarenos, el dorado del
paso de misterio y la plata del palio. Majestuoso discurrir, una vez más, por
el Parque de María Luisa. El Domingo de Ramos es la prueba de fuego de cada
Semana Santa, el programa piloto. El calor dejó a mucha gente en casa, aunque
la cantidad de público en esta primera jornada es siempre notable y la
seguridad cumplió con creces. No así la jornada, a la que le hace falta un
arreglo. El conteo de nazarenos deberá modificará los tiempos de paso de las
cofradías por Carrera Oficial para evitar los largos parones y retrasos del
día. El trenecito de la calle Francos y Cuesta del Rosario se hace eterno para
propios y ajenos, y San Roque,
último vagón, se lo acaba comiendo todo detrás de La Cena y La Hiniesta. La Estrella, por su parte, volvió un
año más a quedarse comprimida en la calle Rioja y entró en Campana con 25
minutos de retraso, lo que provocó que el cortejo de El Amor retrasara su salida para no estar esperando a pie parado en
la calle y hasta las nueve y media no comenzó a bajar la rampa del Salvador. La
Amargura celebró el centenario de su marcha a plena luz del día, cuando el paso
de palio saliera a la calle desde San Juan de la Palma con este horario de
verano sumado a lo tardío del calendario.
Todo lo que se vivió el Domingo
de Ramos fue el contrapunto a un Lunes
Santo encajado a la perfección, como un guante en una de las manos de la
Semana Santa. San Pablo inauguró la
jornada antes del mediodía por su largo caminar hasta el centro y Santa Genoveva le puso el carácter de
barrio a la jornada, como siempre. De señalar es el estreno de la AM Pasión de
Linares tras el Cautivo del Tiro de Línea. Acostumbrados a los llantos de las
cornetas y tambores, ver el discurrir del paso con marchas como Alma de Dios o
Pasa la Virgen del Refugio se hizo de primeras extraño, pero luego se comprobó
que ese estilo casa y muy bien con su carácter, con la devoción de sus vecinos
y le da una alegría más acorde a su idiosincrasia. Lo que no es acorde es lo
que generan cofradías como San Gonzalo o Santa Marta. Sí, Santa Marta. Una cofradía de moda que provoca
sillitas de playa, pipas y campings desde Francos a Cuna. Si ya es difícil ver
Santa Marta, súmenle las acampadas en esa zona, porque que feo es ver el
discurrir de tal señora cofradía mientras se escuchan patadas a latas en el
suelo y bolsas de basura. Lo mismo pasa con San Gonzalo. Los de El Tardón
llenan las calles solo con la mera cercanía de su hora de salida. El trayecto
entre Reyes Católicos y Rioja es un hervidero de gente que simplemente espera a
ver pasar uno de los pasos de misterio de la Semana Santa. Es increíble que el
Lunes Santo vaya como un reloj ante tal despropósito de público. El contrapunto
lo pone la segunda parte de la jornada. Vera-Cruz
y Las Penas son el bálsamo a tal masa
ávida de cambios, cornetas y tambores. Es un gusto a pedir de pocas bocas ver
Vera-Cruz por la calle Cuna y disfrutar de Las Penas en su regreso por
Jovellanos, donde solo el rachear de los costaleros rompe el silencio de la
casi medianoche. Las Aguas puso el
punto musical a la tarde del lunes con el estreno de Rosario de Cádiz que hace
doblete en la Semana Santa hispalense. Sano es que Sevilla atraiga la
excelencia aunque venga de fuera y Rosario de Cádiz es esa banda que
perfectamente podría ser de Sevilla en cuanto a calidad se refiere, aunque la
música sea lo mejor y lo peor de cada año, por la calidad y la cantidad, el yin
y el yan. De bandas maravillosas a marchas inexplicables o repetidas hasta la
saciedad, que mueren de éxito mientras otras genialidades musicales caen en el
olvido. El Museo fue el tercer tramo de esas cofradías de negro que ponen el
broche de oro a un Lunes Santo perfecto, como perfecto es el andar del
crucificado de la expiración buscando con su último aliento la luna de la madrugada.
El Martes Santo vivió su experimento número 3 y probablemente no sea
el definitivo. San Esteban inauguró la jornada en Carrera Oficial demasiado
temprano para gusto de mucho de sus hermanos. El horario de verano sentó como
un tiro. Las horas de sol fueron insufribles y la entrada (el palio entró antes
de las diez de la noche) demasiado pronta. Pero el experimento salió bien. La Candelaria dejó de lado sus entradas
más cerca de la mañana que de la noche y San
Benito pudo ir a más ritmo en su regreso, tanto, que la cruz de guía entró
en la parroquia a las 23:30. Espléndido fue el nuevo horario de Los Javieres, más acorde a su estilo.
Aunque el único punto negro de esta nueva jornada es la Puerta de Jerez,
colmada de gente, como si de un gran escenario se tratara a la espera del paso
de El Cerro del Águila y La Candelaria
en su regreso y de Los Estudiantes
en busca de la Carrera Oficial. Todo hace indicar que el Martes Santo no
experimentará demasiados cambios más y que la perfección está cercana salvo un
par de detalles.
El Miércoles Santo fue el principio del fin de la Semana Santa plena
que hasta ese momento se llevaba. El riesgo de la lluvia a última hora de la
tarde hacía presagiar una jornada de prisas y regresos acelerados, o incluso de
no salidas, pero pronto La Sed y San Bernardo se pusieron en la calle, ahuyentando
cualquier pesimismo. Pesimismo que no tardó en aparecer cuando a las seis de la
tarde la hdad de El Carmen Doloroso
decide esperar en La Catedral al nuevo parte de la Aemet. Inexplicablemente, la
cofradía interrumpe su estación de penitencia y es La Sed la primera en salir
de la Catedral para regresar lo antes posible a Nervión, así como San Bernardo.
Sin embargo, el resto de cofradías seguían poniéndose en la calle, pese a que
la tarde estaba bastante nublada y la brisa enfriaba el ambiente cofrade y la
temperatura. Pasaban las horas, con normalidad, hasta que a las ocho y cuarto
de la tarde, la hdad de El Cristo de Burgos decide no hacer
estación de penitencia. La llovizna débil había hecho acto de presencia, pero
las cofradías seguían con sus itinerarios normales pues apenas mojaba, aunque
afeaba y bastante la jornada. Por otro lado, La Sed y San Bernardo ejecutaron
su jornada maratoniana, poniendo sus cruces de guía en la puerta de sus templos
en tiempo record: San Bernardo fue a las nueve y La Sed veinte minutos más
tarde. Con el Buen Fin y La Lanzada de regreso a sus templos, Los Panaderos se vio en la obligación
de no salir, primero por la llovizna que no cesaba y segundo por la imperiosa
necesidad de sacar toda la cofradía lo más rápido posible, sin cortar el
acelerado paso de las dos citadas cofradías que pasan justo por delante de la
capilla de la calle Orfila en sus itinerarios. La lluvia no solo no cesó, si no
que apretó algo y empezó a mojar. Las
Siete Palabras decidió darse la vuelta cuando el paso del Cristo de la
Divina Misericordia estaba en Sierpes, teniendo que volver sobre sus propios
pasos, dándose los costaleros la vuelta. Y como si todo estuviera hablado, las
cofradías que estaban en la calle decidieron refugiarse al mismo tiempo: El Baratillo en La Catedral, donde
todavía estaba El Carmen y todos sus nazarenos; El Buen Fin en la Anunciación y
La Lanzada, el cristo, en el Salvador y la dolorosa en la Catedral. Apenas unos
45 minutos más tarde, cuando la lluvia y el riesgo desaparecieron, las
cofradías pudieron volver a sus templos. Incluso El Carmen, que casi seis horas
después pudo volver a desplegar su cofradía tirando por Alemanes, Hernando
Colón, Tetuán y Campana para llegar a Trajano y su calle Feria. Parecía que
había ganas después de tanto tiempo de espera, pues la Virgen del Carmen acabó
entrando bastante entrada la madrugada.
El Jueves Santo comenzó con la tremenda tormenta que asoló la ciudad
en unas horas dando la razón a las tempranas decisiones negativas a salir de Los Negritos y Las Cigarreras. Granizada que cayó sin tregua en las inmediaciones
de Santa Catalina, que esperaba con ansia una nueva salida después de 14 años,
pero La Exaltación no tuvo más remedio que tomar la decisión de esperar un año
más. Total, uno más es lo de menos después de tanto. Las miras y esperanzas
estaban puestas en Monte-sión, pero
los partes no aseguraban tregua hasta las ocho de la tarde y el diluvio
universal caído unas horas antes pesaba demasiado y tampoco rompió la dinámica
la clásica hermandad de la Plaza de los Carros. Todo quedaba a merced de las
hermandades más austeras del Jueves Santo, la que le dan sentido a la jornada.
Con la seguridad de que no llovería más y la noche abriría el cielo, La Quinta
Angustia, El Valle y Pasión salieron para comenzar y cerrar el Jueves Santo. Un
Jueves Santo de tres cofradías, pero vaya tres ejemplos. Tres cofradías cuya
mesura, delicadeza y elegancia va en consonancia como una melodía que acompaña
al discurrir de su cortejo, pero no se equivoquen, no es buscado, les sale
solo. Así lo entienden y así se disfruta. El excelente paso de La Quinta
Angustia entraba por el dintel de La Magdalena cuando la cruz de guía de la
Macarena se asomaba al atrio de la basílica.
El tiempo dio de tregua lo que
tarda la Madrugá en romperse cuando
el sol despunta por encima del campanario de San Pedro. Una Madrugá tranquila,
sin más noticias que por donde iban una y otra cofradías. La seguridad ganó la
batalla en la que se ha convertido en los últimos años, aunque el descenso del
público fue factor determinante. La gente tiene la lección aprendida y deja a
las hermandades de capa para la mañana y el público que se junta para ver a las
de cola es maravilloso. No hay estridencias, no hay que mandar callar, la bulla
se sabe mover, se respeta a los nazarenos, se contempla a los pasos. Y es de
agradecer. El Calvario pasó en
familia por Alfonso XII, así como El
Silencio de regreso por La Gavidia. El
Gran Poder fue un regalo para los sentidos a su paso por la colación de San
Vicente y sigue doliendo en el alma que la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso
pase sola por cada calle que va. Cuando ya despuntaba la mañana, La Macarena pasó por San Pedro en el impase
de las caras de agotamiento y la frescura en aquellos que se acababan de
levantar. El Cristo de Los Gitanos
lució en la calle una túnica bordada que le dio otro aire y la Esperanza de Triana fue una bomba de
alegría y algarabía en cada chicotá. Sin embargo, la amenaza de lluvia al
mediodía obligó a las cofradías a acelerar el ritmo y Las Angustias entró antes
de que en ninguna casa se estuviera pensando en almorzar.
Sin solución de continuidad, el Viernes Santo apareció sin llegar nunca
a aparecer. Todo quedó en el intento. El
Cachorro fue la primera en declinar la posibilidad de salir, incluso sin
llegar a reunirse en cabildo. La
Carretería lo intentó un poco más, pidiendo media hora y reuniéndose con
los capataces para ver cuánto se podría correr para hacer la estación de
penitencia antes de que el riesgo de lluvia fuera más acusado. Finalmente, no
fue posible garantizar no mojarse y la hermandad de los toneleros no pudo sacar
su cofradía. El efecto dominó era inevitable. La Soledad de San Buenaventura y La
O también agotaron todas las opciones, pero un chaparrón cayó sobre la
ciudad entre las seis y las siete de la tarde, justo cuando las hermandades
tomaban decisiones y todo fue más sencillo de digerir. Tampoco esperó demasiado
San Isidoro, como era de esperar, y La Mortaja y Monserrat
pusieron la esperanza de salvar la jornada. Los partes auguraban el buen tiempo
a partir de las diez de la noche. La cofradía de Bustos Tavera no pudo alargar
tanto su espera y la de San Pablo hizo todo lo posible, incluso encontrarse con
la negativa de la Catedral a no llegar más tarde de su hora acordada. La lluvia
volvió a hacer acto de presencia minutos después de la negativa a salir, dando
la razón a todas y cada una de las hermandades que se vieron en la obligación
de dejar la jornada en blanco.
El Sábado Santo comenzó amenazante, con un riesgo de lluvia que la
noche antes amenazaba con volver a dejar en blanco la jornada, pero la llegada
del día cambió los pronósticos y El Sol
salió: cofradía y astro rey. La hermandad del Plantinar aceleró para acercarse
lo más pronto posible a la Catedral por lo que fuera a pasar, pues el cielo era
amenazante y la lluvia de días atrás era un temor palpable. A las tres de la
tarde, La Trinidad y Los Servitas también se pusieron en la
calle. Más tarde lo haría La Soledad de
San Lorenzo y el Santo Entierro,
cumpliendo así con la última jornada de una Semana Santa que la climatología
dejó sin sus días centrales y con una hermandad de La Resurrección más que asentada en su nuevo horario, con las
sillas de la Carrera Oficial repletas de gente, aunque todavía hay quién no
sabe que son de libre acceso. En el año del centenario de Amarguras, la marcha
no faltó a su triple cita. En la Maestranza antes del Pregón de la Padilla,
tras la virgen que le da nombre y elegancia en la calle, y en la puerta de la
Iglesia de Santa Marina como broche final a un nuevo milagro de la primavera
sevillana.
Fotografías:
Salvador López Medina / @SalvaLpezMedina
Víctor M. Cascales Vallejo / @victorm_cv
Fotografías:
Salvador López Medina / @SalvaLpezMedina
Víctor M. Cascales Vallejo / @victorm_cv