La Semana Santa de 2019 pasará a la historia por haber sido la de los estrenos. De inicio, por ser la primera en la que una mujer la pregonara: Charo Padilla, periodista de Canal Sur Radio; en segundo lugar, por el estreno del Stmo Cristo de la Humildad del Cerro, que procesionó por primera vez el pasado Martes Santo; y tercero, por las hasta tres nuevas incorporaciones musicales llegadas desde más allá de las fronteras de la provincia: AM Pasión de Linares, Paso y Esperanza de Málaga y la banda de CCyTT Nazareno de Huelva. Aunque se podría sumar una cuarta con el estreno de Rosario de Cádiz en Las Aguas.
Pero también fue la Semana Santa de la climatología. Después de varios años librándonos de las inclemencias del tiempo, la lluvia volvió a ser protagonista y aguó, nunca mejor dicho, la segunda mitad de la semana. 14 cofradías no pudieron realizar estación de penitencia y el Viernes Santo se quedó en blanco, algo que no pasaba desde el año 2013 cuando, precisamente, el Viernes Santo también se quedó de vacío junto a la jornada del martes. La climatología fue, además, el gran dolor de cabeza de la Semana Santa y demostró con creces lo que es la primavera en Sevilla. Del calor del Domingo de Ramos se pasó a un Lunes Santo fresco en la sombra e inaguantable al sol. Ráfagas de viento hacían augurar un descenso brusco de las temperaturas por la noche. El Martes Santo, muy parecido, se agradecía la manga larga. El Miércoles Santo amaneció nublado y así se quedaría todo el día hasta que la lluvia hiciera acto de presencia a última hora. Pero para lluvia, la del Jueves Santo. La granizada que cayó en la capital no dejó indiferente a nadie. En redes sociales se iban compartiendo videos de auténticas riadas en Luis Montoto o Nervión, de calles en las que parecía haber nevado, del césped del Sánchez Pizjuán completamente blanco, de los devotos en la reja de la Macarena y la calle Pureza aguantando estoicamente el chaparrón pertrechados con chubasquero y paraguas y de los nazarenos yendo o viniendo de sus iglesias sobre auténticos mares de agua de lluvia. Pero tras la tormenta, la calma, y el mal tiempo dio paso a una noche y Madrugá tranquilas, aunque la amenaza de lluvia por la mañana hizo correr a las hermandades de regreso a sus templos. Del Viernes Santo en blanco a un sábado completo y sin prisas. 

Tras unas Vísperas al completo, el Domingo de Ramos comenzó, como siempre, en El Porvenir con La Paz recibiendo todo el sol primaveral en el blanco de sus nazarenos, el dorado del paso de misterio y la plata del palio. Majestuoso discurrir, una vez más, por el Parque de María Luisa. El Domingo de Ramos es la prueba de fuego de cada Semana Santa, el programa piloto. El calor dejó a mucha gente en casa, aunque la cantidad de público en esta primera jornada es siempre notable y la seguridad cumplió con creces. No así la jornada, a la que le hace falta un arreglo. El conteo de nazarenos deberá modificará los tiempos de paso de las cofradías por Carrera Oficial para evitar los largos parones y retrasos del día. El trenecito de la calle Francos y Cuesta del Rosario se hace eterno para propios y ajenos, y San Roque, último vagón, se lo acaba comiendo todo detrás de La Cena y La Hiniesta. La Estrella, por su parte, volvió un año más a quedarse comprimida en la calle Rioja y entró en Campana con 25 minutos de retraso, lo que provocó que el cortejo de El Amor retrasara su salida para no estar esperando a pie parado en la calle y hasta las nueve y media no comenzó a bajar la rampa del Salvador. La Amargura celebró el centenario de su marcha a plena luz del día, cuando el paso de palio saliera a la calle desde San Juan de la Palma con este horario de verano sumado a lo tardío del calendario. 


Todo lo que se vivió el Domingo de Ramos fue el contrapunto a un Lunes Santo encajado a la perfección, como un guante en una de las manos de la Semana Santa. San Pablo inauguró la jornada antes del mediodía por su largo caminar hasta el centro y Santa Genoveva le puso el carácter de barrio a la jornada, como siempre. De señalar es el estreno de la AM Pasión de Linares tras el Cautivo del Tiro de Línea. Acostumbrados a los llantos de las cornetas y tambores, ver el discurrir del paso con marchas como Alma de Dios o Pasa la Virgen del Refugio se hizo de primeras extraño, pero luego se comprobó que ese estilo casa y muy bien con su carácter, con la devoción de sus vecinos y le da una alegría más acorde a su idiosincrasia. Lo que no es acorde es lo que generan cofradías como  San Gonzalo o Santa Marta. Sí, Santa Marta. Una cofradía de moda que provoca sillitas de playa, pipas y campings desde Francos a Cuna. Si ya es difícil ver Santa Marta, súmenle las acampadas en esa zona, porque que feo es ver el discurrir de tal señora cofradía mientras se escuchan patadas a latas en el suelo y bolsas de basura. Lo mismo pasa con San Gonzalo. Los de El Tardón llenan las calles solo con la mera cercanía de su hora de salida. El trayecto entre Reyes Católicos y Rioja es un hervidero de gente que simplemente espera a ver pasar uno de los pasos de misterio de la Semana Santa. Es increíble que el Lunes Santo vaya como un reloj ante tal despropósito de público. El contrapunto lo pone la segunda parte de la jornada. Vera-Cruz y Las Penas son el bálsamo a tal masa ávida de cambios, cornetas y tambores. Es un gusto a pedir de pocas bocas ver Vera-Cruz por la calle Cuna y disfrutar de Las Penas en su regreso por Jovellanos, donde solo el rachear de los costaleros rompe el silencio de la casi medianoche. Las Aguas puso el punto musical a la tarde del lunes con el estreno de Rosario de Cádiz que hace doblete en la Semana Santa hispalense. Sano es que Sevilla atraiga la excelencia aunque venga de fuera y Rosario de Cádiz es esa banda que perfectamente podría ser de Sevilla en cuanto a calidad se refiere, aunque la música sea lo mejor y lo peor de cada año, por la calidad y la cantidad, el yin y el yan. De bandas maravillosas a marchas inexplicables o repetidas hasta la saciedad, que mueren de éxito mientras otras genialidades musicales caen en el olvido. El Museo fue el tercer tramo de esas cofradías de negro que ponen el broche de oro a un Lunes Santo perfecto, como perfecto es el andar del crucificado de la expiración buscando con su último aliento la luna de la madrugada. 

El Martes Santo vivió su experimento número 3 y probablemente no sea el definitivo. San Esteban inauguró la jornada en Carrera Oficial demasiado temprano para gusto de mucho de sus hermanos. El horario de verano sentó como un tiro. Las horas de sol fueron insufribles y la entrada (el palio entró antes de las diez de la noche) demasiado pronta. Pero el experimento salió bien. La Candelaria dejó de lado sus entradas más cerca de la mañana que de la noche y San Benito pudo ir a más ritmo en su regreso, tanto, que la cruz de guía entró en la parroquia a las 23:30. Espléndido fue el nuevo horario de Los Javieres, más acorde a su estilo. Aunque el único punto negro de esta nueva jornada es la Puerta de Jerez, colmada de gente, como si de un gran escenario se tratara a la espera del paso de El Cerro del Águila y La Candelaria en su regreso y de Los Estudiantes en busca de la Carrera Oficial. Todo hace indicar que el Martes Santo no experimentará demasiados cambios más y que la perfección está cercana salvo un par de detalles. 


El Miércoles Santo fue el principio del fin de la Semana Santa plena que hasta ese momento se llevaba. El riesgo de la lluvia a última hora de la tarde hacía presagiar una jornada de prisas y regresos acelerados, o incluso de no salidas, pero pronto La Sed y San Bernardo se pusieron en la calle, ahuyentando cualquier pesimismo. Pesimismo que no tardó en aparecer cuando a las seis de la tarde la hdad de El Carmen Doloroso decide esperar en La Catedral al nuevo parte de la Aemet. Inexplicablemente, la cofradía interrumpe su estación de penitencia y es La Sed la primera en salir de la Catedral para regresar lo antes posible a Nervión, así como San Bernardo. Sin embargo, el resto de cofradías seguían poniéndose en la calle, pese a que la tarde estaba bastante nublada y la brisa enfriaba el ambiente cofrade y la temperatura. Pasaban las horas, con normalidad, hasta que a las ocho y cuarto de la tarde, la hdad de El Cristo de Burgos decide no hacer estación de penitencia. La llovizna débil había hecho acto de presencia, pero las cofradías seguían con sus itinerarios normales pues apenas mojaba, aunque afeaba y bastante la jornada. Por otro lado, La Sed y San Bernardo ejecutaron su jornada maratoniana, poniendo sus cruces de guía en la puerta de sus templos en tiempo record: San Bernardo fue a las nueve y La Sed veinte minutos más tarde. Con el Buen Fin y La Lanzada de regreso a sus templos, Los Panaderos se vio en la obligación de no salir, primero por la llovizna que no cesaba y segundo por la imperiosa necesidad de sacar toda la cofradía lo más rápido posible, sin cortar el acelerado paso de las dos citadas cofradías que pasan justo por delante de la capilla de la calle Orfila en sus itinerarios. La lluvia no solo no cesó, si no que apretó algo y empezó a mojar. Las Siete Palabras decidió darse la vuelta cuando el paso del Cristo de la Divina Misericordia estaba en Sierpes, teniendo que volver sobre sus propios pasos, dándose los costaleros la vuelta. Y como si todo estuviera hablado, las cofradías que estaban en la calle decidieron refugiarse al mismo tiempo: El Baratillo en La Catedral, donde todavía estaba El Carmen y todos sus nazarenos; El Buen Fin en la Anunciación y La Lanzada, el cristo, en el Salvador y la dolorosa en la Catedral. Apenas unos 45 minutos más tarde, cuando la lluvia y el riesgo desaparecieron, las cofradías pudieron volver a sus templos. Incluso El Carmen, que casi seis horas después pudo volver a desplegar su cofradía tirando por Alemanes, Hernando Colón, Tetuán y Campana para llegar a Trajano y su calle Feria. Parecía que había ganas después de tanto tiempo de espera, pues la Virgen del Carmen acabó entrando bastante entrada la madrugada.

El Jueves Santo comenzó con la tremenda tormenta que asoló la ciudad en unas horas dando la razón a las tempranas decisiones negativas a salir de Los Negritos y Las Cigarreras. Granizada que cayó sin tregua en las inmediaciones de Santa Catalina, que esperaba con ansia una nueva salida después de 14 años, pero La Exaltación no tuvo más remedio que tomar la decisión de esperar un año más. Total, uno más es lo de menos después de tanto. Las miras y esperanzas estaban puestas en Monte-sión, pero los partes no aseguraban tregua hasta las ocho de la tarde y el diluvio universal caído unas horas antes pesaba demasiado y tampoco rompió la dinámica la clásica hermandad de la Plaza de los Carros. Todo quedaba a merced de las hermandades más austeras del Jueves Santo, la que le dan sentido a la jornada. Con la seguridad de que no llovería más y la noche abriría el cielo, La Quinta Angustia, El Valle y Pasión salieron para comenzar y cerrar el Jueves Santo. Un Jueves Santo de tres cofradías, pero vaya tres ejemplos. Tres cofradías cuya mesura, delicadeza y elegancia va en consonancia como una melodía que acompaña al discurrir de su cortejo, pero no se equivoquen, no es buscado, les sale solo. Así lo entienden y así se disfruta. El excelente paso de La Quinta Angustia entraba por el dintel de La Magdalena cuando la cruz de guía de la Macarena se asomaba al atrio de la basílica.


El tiempo dio de tregua lo que tarda la Madrugá en romperse cuando el sol despunta por encima del campanario de San Pedro. Una Madrugá tranquila, sin más noticias que por donde iban una y otra cofradías. La seguridad ganó la batalla en la que se ha convertido en los últimos años, aunque el descenso del público fue factor determinante. La gente tiene la lección aprendida y deja a las hermandades de capa para la mañana y el público que se junta para ver a las de cola es maravilloso. No hay estridencias, no hay que mandar callar, la bulla se sabe mover, se respeta a los nazarenos, se contempla a los pasos. Y es de agradecer. El Calvario pasó en familia por Alfonso XII, así como El Silencio de regreso por La Gavidia. El Gran Poder fue un regalo para los sentidos a su paso por la colación de San Vicente y sigue doliendo en el alma que la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso pase sola por cada calle que va. Cuando ya despuntaba la mañana, La Macarena pasó por San Pedro en el impase de las caras de agotamiento y la frescura en aquellos que se acababan de levantar. El Cristo de Los Gitanos lució en la calle una túnica bordada que le dio otro aire y la Esperanza de Triana fue una bomba de alegría y algarabía en cada chicotá. Sin embargo, la amenaza de lluvia al mediodía obligó a las cofradías a acelerar el ritmo y Las Angustias entró antes de que en ninguna casa se estuviera pensando en almorzar. 

Sin solución de continuidad, el Viernes Santo apareció sin llegar nunca a aparecer. Todo quedó en el intento. El Cachorro fue la primera en declinar la posibilidad de salir, incluso sin llegar a reunirse en cabildo. La Carretería lo intentó un poco más, pidiendo media hora y reuniéndose con los capataces para ver cuánto se podría correr para hacer la estación de penitencia antes de que el riesgo de lluvia fuera más acusado. Finalmente, no fue posible garantizar no mojarse y la hermandad de los toneleros no pudo sacar su cofradía. El efecto dominó era inevitable. La Soledad de San Buenaventura y La O también agotaron todas las opciones, pero un chaparrón cayó sobre la ciudad entre las seis y las siete de la tarde, justo cuando las hermandades tomaban decisiones y todo fue más sencillo de digerir. Tampoco esperó demasiado San Isidoro, como era de esperar, y La Mortaja y Monserrat pusieron la esperanza de salvar la jornada. Los partes auguraban el buen tiempo a partir de las diez de la noche. La cofradía de Bustos Tavera no pudo alargar tanto su espera y la de San Pablo hizo todo lo posible, incluso encontrarse con la negativa de la Catedral a no llegar más tarde de su hora acordada. La lluvia volvió a hacer acto de presencia minutos después de la negativa a salir, dando la razón a todas y cada una de las hermandades que se vieron en la obligación de dejar la jornada en blanco. 

El Sábado Santo comenzó amenazante, con un riesgo de lluvia que la noche antes amenazaba con volver a dejar en blanco la jornada, pero la llegada del día cambió los pronósticos y El Sol salió: cofradía y astro rey. La hermandad del Plantinar aceleró para acercarse lo más pronto posible a la Catedral por lo que fuera a pasar, pues el cielo era amenazante y la lluvia de días atrás era un temor palpable. A las tres de la tarde, La Trinidad y Los Servitas también se pusieron en la calle. Más tarde lo haría La Soledad de San Lorenzo y el Santo Entierro, cumpliendo así con la última jornada de una Semana Santa que la climatología dejó sin sus días centrales y con una hermandad de La Resurrección más que asentada en su nuevo horario, con las sillas de la Carrera Oficial repletas de gente, aunque todavía hay quién no sabe que son de libre acceso. En el año del centenario de Amarguras, la marcha no faltó a su triple cita. En la Maestranza antes del Pregón de la Padilla, tras la virgen que le da nombre y elegancia en la calle, y en la puerta de la Iglesia de Santa Marina como broche final a un nuevo milagro de la primavera sevillana.

Fotografías:
Salvador López Medina / @SalvaLpezMedina
Víctor M. Cascales Vallejo / @victorm_cv

Semana Santa 2019 | De los estrenos a la lluvia en los días centrales



La Semana Santa de 2019 pasará a la historia por haber sido la de los estrenos. De inicio, por ser la primera en la que una mujer la pregonara: Charo Padilla, periodista de Canal Sur Radio; en segundo lugar, por el estreno del Stmo Cristo de la Humildad del Cerro, que procesionó por primera vez el pasado Martes Santo; y tercero, por las hasta tres nuevas incorporaciones musicales llegadas desde más allá de las fronteras de la provincia: AM Pasión de Linares, Paso y Esperanza de Málaga y la banda de CCyTT Nazareno de Huelva. Aunque se podría sumar una cuarta con el estreno de Rosario de Cádiz en Las Aguas.
Pero también fue la Semana Santa de la climatología. Después de varios años librándonos de las inclemencias del tiempo, la lluvia volvió a ser protagonista y aguó, nunca mejor dicho, la segunda mitad de la semana. 14 cofradías no pudieron realizar estación de penitencia y el Viernes Santo se quedó en blanco, algo que no pasaba desde el año 2013 cuando, precisamente, el Viernes Santo también se quedó de vacío junto a la jornada del martes. La climatología fue, además, el gran dolor de cabeza de la Semana Santa y demostró con creces lo que es la primavera en Sevilla. Del calor del Domingo de Ramos se pasó a un Lunes Santo fresco en la sombra e inaguantable al sol. Ráfagas de viento hacían augurar un descenso brusco de las temperaturas por la noche. El Martes Santo, muy parecido, se agradecía la manga larga. El Miércoles Santo amaneció nublado y así se quedaría todo el día hasta que la lluvia hiciera acto de presencia a última hora. Pero para lluvia, la del Jueves Santo. La granizada que cayó en la capital no dejó indiferente a nadie. En redes sociales se iban compartiendo videos de auténticas riadas en Luis Montoto o Nervión, de calles en las que parecía haber nevado, del césped del Sánchez Pizjuán completamente blanco, de los devotos en la reja de la Macarena y la calle Pureza aguantando estoicamente el chaparrón pertrechados con chubasquero y paraguas y de los nazarenos yendo o viniendo de sus iglesias sobre auténticos mares de agua de lluvia. Pero tras la tormenta, la calma, y el mal tiempo dio paso a una noche y Madrugá tranquilas, aunque la amenaza de lluvia por la mañana hizo correr a las hermandades de regreso a sus templos. Del Viernes Santo en blanco a un sábado completo y sin prisas. 

Tras unas Vísperas al completo, el Domingo de Ramos comenzó, como siempre, en El Porvenir con La Paz recibiendo todo el sol primaveral en el blanco de sus nazarenos, el dorado del paso de misterio y la plata del palio. Majestuoso discurrir, una vez más, por el Parque de María Luisa. El Domingo de Ramos es la prueba de fuego de cada Semana Santa, el programa piloto. El calor dejó a mucha gente en casa, aunque la cantidad de público en esta primera jornada es siempre notable y la seguridad cumplió con creces. No así la jornada, a la que le hace falta un arreglo. El conteo de nazarenos deberá modificará los tiempos de paso de las cofradías por Carrera Oficial para evitar los largos parones y retrasos del día. El trenecito de la calle Francos y Cuesta del Rosario se hace eterno para propios y ajenos, y San Roque, último vagón, se lo acaba comiendo todo detrás de La Cena y La Hiniesta. La Estrella, por su parte, volvió un año más a quedarse comprimida en la calle Rioja y entró en Campana con 25 minutos de retraso, lo que provocó que el cortejo de El Amor retrasara su salida para no estar esperando a pie parado en la calle y hasta las nueve y media no comenzó a bajar la rampa del Salvador. La Amargura celebró el centenario de su marcha a plena luz del día, cuando el paso de palio saliera a la calle desde San Juan de la Palma con este horario de verano sumado a lo tardío del calendario. 


Todo lo que se vivió el Domingo de Ramos fue el contrapunto a un Lunes Santo encajado a la perfección, como un guante en una de las manos de la Semana Santa. San Pablo inauguró la jornada antes del mediodía por su largo caminar hasta el centro y Santa Genoveva le puso el carácter de barrio a la jornada, como siempre. De señalar es el estreno de la AM Pasión de Linares tras el Cautivo del Tiro de Línea. Acostumbrados a los llantos de las cornetas y tambores, ver el discurrir del paso con marchas como Alma de Dios o Pasa la Virgen del Refugio se hizo de primeras extraño, pero luego se comprobó que ese estilo casa y muy bien con su carácter, con la devoción de sus vecinos y le da una alegría más acorde a su idiosincrasia. Lo que no es acorde es lo que generan cofradías como  San Gonzalo o Santa Marta. Sí, Santa Marta. Una cofradía de moda que provoca sillitas de playa, pipas y campings desde Francos a Cuna. Si ya es difícil ver Santa Marta, súmenle las acampadas en esa zona, porque que feo es ver el discurrir de tal señora cofradía mientras se escuchan patadas a latas en el suelo y bolsas de basura. Lo mismo pasa con San Gonzalo. Los de El Tardón llenan las calles solo con la mera cercanía de su hora de salida. El trayecto entre Reyes Católicos y Rioja es un hervidero de gente que simplemente espera a ver pasar uno de los pasos de misterio de la Semana Santa. Es increíble que el Lunes Santo vaya como un reloj ante tal despropósito de público. El contrapunto lo pone la segunda parte de la jornada. Vera-Cruz y Las Penas son el bálsamo a tal masa ávida de cambios, cornetas y tambores. Es un gusto a pedir de pocas bocas ver Vera-Cruz por la calle Cuna y disfrutar de Las Penas en su regreso por Jovellanos, donde solo el rachear de los costaleros rompe el silencio de la casi medianoche. Las Aguas puso el punto musical a la tarde del lunes con el estreno de Rosario de Cádiz que hace doblete en la Semana Santa hispalense. Sano es que Sevilla atraiga la excelencia aunque venga de fuera y Rosario de Cádiz es esa banda que perfectamente podría ser de Sevilla en cuanto a calidad se refiere, aunque la música sea lo mejor y lo peor de cada año, por la calidad y la cantidad, el yin y el yan. De bandas maravillosas a marchas inexplicables o repetidas hasta la saciedad, que mueren de éxito mientras otras genialidades musicales caen en el olvido. El Museo fue el tercer tramo de esas cofradías de negro que ponen el broche de oro a un Lunes Santo perfecto, como perfecto es el andar del crucificado de la expiración buscando con su último aliento la luna de la madrugada. 

El Martes Santo vivió su experimento número 3 y probablemente no sea el definitivo. San Esteban inauguró la jornada en Carrera Oficial demasiado temprano para gusto de mucho de sus hermanos. El horario de verano sentó como un tiro. Las horas de sol fueron insufribles y la entrada (el palio entró antes de las diez de la noche) demasiado pronta. Pero el experimento salió bien. La Candelaria dejó de lado sus entradas más cerca de la mañana que de la noche y San Benito pudo ir a más ritmo en su regreso, tanto, que la cruz de guía entró en la parroquia a las 23:30. Espléndido fue el nuevo horario de Los Javieres, más acorde a su estilo. Aunque el único punto negro de esta nueva jornada es la Puerta de Jerez, colmada de gente, como si de un gran escenario se tratara a la espera del paso de El Cerro del Águila y La Candelaria en su regreso y de Los Estudiantes en busca de la Carrera Oficial. Todo hace indicar que el Martes Santo no experimentará demasiados cambios más y que la perfección está cercana salvo un par de detalles. 


El Miércoles Santo fue el principio del fin de la Semana Santa plena que hasta ese momento se llevaba. El riesgo de la lluvia a última hora de la tarde hacía presagiar una jornada de prisas y regresos acelerados, o incluso de no salidas, pero pronto La Sed y San Bernardo se pusieron en la calle, ahuyentando cualquier pesimismo. Pesimismo que no tardó en aparecer cuando a las seis de la tarde la hdad de El Carmen Doloroso decide esperar en La Catedral al nuevo parte de la Aemet. Inexplicablemente, la cofradía interrumpe su estación de penitencia y es La Sed la primera en salir de la Catedral para regresar lo antes posible a Nervión, así como San Bernardo. Sin embargo, el resto de cofradías seguían poniéndose en la calle, pese a que la tarde estaba bastante nublada y la brisa enfriaba el ambiente cofrade y la temperatura. Pasaban las horas, con normalidad, hasta que a las ocho y cuarto de la tarde, la hdad de El Cristo de Burgos decide no hacer estación de penitencia. La llovizna débil había hecho acto de presencia, pero las cofradías seguían con sus itinerarios normales pues apenas mojaba, aunque afeaba y bastante la jornada. Por otro lado, La Sed y San Bernardo ejecutaron su jornada maratoniana, poniendo sus cruces de guía en la puerta de sus templos en tiempo record: San Bernardo fue a las nueve y La Sed veinte minutos más tarde. Con el Buen Fin y La Lanzada de regreso a sus templos, Los Panaderos se vio en la obligación de no salir, primero por la llovizna que no cesaba y segundo por la imperiosa necesidad de sacar toda la cofradía lo más rápido posible, sin cortar el acelerado paso de las dos citadas cofradías que pasan justo por delante de la capilla de la calle Orfila en sus itinerarios. La lluvia no solo no cesó, si no que apretó algo y empezó a mojar. Las Siete Palabras decidió darse la vuelta cuando el paso del Cristo de la Divina Misericordia estaba en Sierpes, teniendo que volver sobre sus propios pasos, dándose los costaleros la vuelta. Y como si todo estuviera hablado, las cofradías que estaban en la calle decidieron refugiarse al mismo tiempo: El Baratillo en La Catedral, donde todavía estaba El Carmen y todos sus nazarenos; El Buen Fin en la Anunciación y La Lanzada, el cristo, en el Salvador y la dolorosa en la Catedral. Apenas unos 45 minutos más tarde, cuando la lluvia y el riesgo desaparecieron, las cofradías pudieron volver a sus templos. Incluso El Carmen, que casi seis horas después pudo volver a desplegar su cofradía tirando por Alemanes, Hernando Colón, Tetuán y Campana para llegar a Trajano y su calle Feria. Parecía que había ganas después de tanto tiempo de espera, pues la Virgen del Carmen acabó entrando bastante entrada la madrugada.

El Jueves Santo comenzó con la tremenda tormenta que asoló la ciudad en unas horas dando la razón a las tempranas decisiones negativas a salir de Los Negritos y Las Cigarreras. Granizada que cayó sin tregua en las inmediaciones de Santa Catalina, que esperaba con ansia una nueva salida después de 14 años, pero La Exaltación no tuvo más remedio que tomar la decisión de esperar un año más. Total, uno más es lo de menos después de tanto. Las miras y esperanzas estaban puestas en Monte-sión, pero los partes no aseguraban tregua hasta las ocho de la tarde y el diluvio universal caído unas horas antes pesaba demasiado y tampoco rompió la dinámica la clásica hermandad de la Plaza de los Carros. Todo quedaba a merced de las hermandades más austeras del Jueves Santo, la que le dan sentido a la jornada. Con la seguridad de que no llovería más y la noche abriría el cielo, La Quinta Angustia, El Valle y Pasión salieron para comenzar y cerrar el Jueves Santo. Un Jueves Santo de tres cofradías, pero vaya tres ejemplos. Tres cofradías cuya mesura, delicadeza y elegancia va en consonancia como una melodía que acompaña al discurrir de su cortejo, pero no se equivoquen, no es buscado, les sale solo. Así lo entienden y así se disfruta. El excelente paso de La Quinta Angustia entraba por el dintel de La Magdalena cuando la cruz de guía de la Macarena se asomaba al atrio de la basílica.


El tiempo dio de tregua lo que tarda la Madrugá en romperse cuando el sol despunta por encima del campanario de San Pedro. Una Madrugá tranquila, sin más noticias que por donde iban una y otra cofradías. La seguridad ganó la batalla en la que se ha convertido en los últimos años, aunque el descenso del público fue factor determinante. La gente tiene la lección aprendida y deja a las hermandades de capa para la mañana y el público que se junta para ver a las de cola es maravilloso. No hay estridencias, no hay que mandar callar, la bulla se sabe mover, se respeta a los nazarenos, se contempla a los pasos. Y es de agradecer. El Calvario pasó en familia por Alfonso XII, así como El Silencio de regreso por La Gavidia. El Gran Poder fue un regalo para los sentidos a su paso por la colación de San Vicente y sigue doliendo en el alma que la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso pase sola por cada calle que va. Cuando ya despuntaba la mañana, La Macarena pasó por San Pedro en el impase de las caras de agotamiento y la frescura en aquellos que se acababan de levantar. El Cristo de Los Gitanos lució en la calle una túnica bordada que le dio otro aire y la Esperanza de Triana fue una bomba de alegría y algarabía en cada chicotá. Sin embargo, la amenaza de lluvia al mediodía obligó a las cofradías a acelerar el ritmo y Las Angustias entró antes de que en ninguna casa se estuviera pensando en almorzar. 

Sin solución de continuidad, el Viernes Santo apareció sin llegar nunca a aparecer. Todo quedó en el intento. El Cachorro fue la primera en declinar la posibilidad de salir, incluso sin llegar a reunirse en cabildo. La Carretería lo intentó un poco más, pidiendo media hora y reuniéndose con los capataces para ver cuánto se podría correr para hacer la estación de penitencia antes de que el riesgo de lluvia fuera más acusado. Finalmente, no fue posible garantizar no mojarse y la hermandad de los toneleros no pudo sacar su cofradía. El efecto dominó era inevitable. La Soledad de San Buenaventura y La O también agotaron todas las opciones, pero un chaparrón cayó sobre la ciudad entre las seis y las siete de la tarde, justo cuando las hermandades tomaban decisiones y todo fue más sencillo de digerir. Tampoco esperó demasiado San Isidoro, como era de esperar, y La Mortaja y Monserrat pusieron la esperanza de salvar la jornada. Los partes auguraban el buen tiempo a partir de las diez de la noche. La cofradía de Bustos Tavera no pudo alargar tanto su espera y la de San Pablo hizo todo lo posible, incluso encontrarse con la negativa de la Catedral a no llegar más tarde de su hora acordada. La lluvia volvió a hacer acto de presencia minutos después de la negativa a salir, dando la razón a todas y cada una de las hermandades que se vieron en la obligación de dejar la jornada en blanco. 

El Sábado Santo comenzó amenazante, con un riesgo de lluvia que la noche antes amenazaba con volver a dejar en blanco la jornada, pero la llegada del día cambió los pronósticos y El Sol salió: cofradía y astro rey. La hermandad del Plantinar aceleró para acercarse lo más pronto posible a la Catedral por lo que fuera a pasar, pues el cielo era amenazante y la lluvia de días atrás era un temor palpable. A las tres de la tarde, La Trinidad y Los Servitas también se pusieron en la calle. Más tarde lo haría La Soledad de San Lorenzo y el Santo Entierro, cumpliendo así con la última jornada de una Semana Santa que la climatología dejó sin sus días centrales y con una hermandad de La Resurrección más que asentada en su nuevo horario, con las sillas de la Carrera Oficial repletas de gente, aunque todavía hay quién no sabe que son de libre acceso. En el año del centenario de Amarguras, la marcha no faltó a su triple cita. En la Maestranza antes del Pregón de la Padilla, tras la virgen que le da nombre y elegancia en la calle, y en la puerta de la Iglesia de Santa Marina como broche final a un nuevo milagro de la primavera sevillana.

Fotografías:
Salvador López Medina / @SalvaLpezMedina
Víctor M. Cascales Vallejo / @victorm_cv