No existen unas palabras que puedan estar a la altura de lo que vivió Sevilla el pasado sábado 24 de octubre. Una larga espera desde que se anunciara que la virgen de la Hiniesta, llenaría las calles de la ciudad en una tarde de otoño.

De azul y plata se vistieron pues los corazones sevillanos, de azul y plata se tiñeron las calles y de azul y plata se engalanó el cielo.

La virgen de la Hiniesta, como si de un Domingo de Ramos se tratase, emocionaba a los hermanos y vecinos de San Julián y hacía enmudecer a Sevilla entera, sobrecogiendo los corazones de los cofrades. De tal manera, que el olor a incienso, el repique de las bambalinas, los ánimos y directrices de los Ariza y el espléndido acompañamiento musical, hizo que las lágrimas saliesen en procesión y los vellos de punta se irguiesen.

450 años culminados de la mejor de las maneras. Gracias a la familia Ariza, que fueron los ojos de los costaleros y supieron guiarles por las calles de Sevilla. A unas cuadrillas que llevaron a la Hiniesta majestuosamente.

Hay que destacar por supuesto, a la banda de música del Carmen de Salteras, que realizó una estación tan espléndida a como nos tienen acostumbrados.

Y también quitarse la boina con la agrupación musical Santa María Magdalena del Arahal, madre de un estilo. Una vez más sus sones reavivaron la llama del cofrade y le hizo sentir esas cosas, que solo sus trompetas son capaces de expresar. Tanto abriendo cortejo como poniéndole música al palio, cerraron una magnífica jornada.

Una jornada que se finalizaría con el último brillo de las estrellas, de la Estrella más Sublime de todas.

Fotografía: Salvador López Medina / @SalvaLpezMedina

"Sublime, Madre Hiniesta"


No existen unas palabras que puedan estar a la altura de lo que vivió Sevilla el pasado sábado 24 de octubre. Una larga espera desde que se anunciara que la virgen de la Hiniesta, llenaría las calles de la ciudad en una tarde de otoño.

De azul y plata se vistieron pues los corazones sevillanos, de azul y plata se tiñeron las calles y de azul y plata se engalanó el cielo.

La virgen de la Hiniesta, como si de un Domingo de Ramos se tratase, emocionaba a los hermanos y vecinos de San Julián y hacía enmudecer a Sevilla entera, sobrecogiendo los corazones de los cofrades. De tal manera, que el olor a incienso, el repique de las bambalinas, los ánimos y directrices de los Ariza y el espléndido acompañamiento musical, hizo que las lágrimas saliesen en procesión y los vellos de punta se irguiesen.

450 años culminados de la mejor de las maneras. Gracias a la familia Ariza, que fueron los ojos de los costaleros y supieron guiarles por las calles de Sevilla. A unas cuadrillas que llevaron a la Hiniesta majestuosamente.

Hay que destacar por supuesto, a la banda de música del Carmen de Salteras, que realizó una estación tan espléndida a como nos tienen acostumbrados.

Y también quitarse la boina con la agrupación musical Santa María Magdalena del Arahal, madre de un estilo. Una vez más sus sones reavivaron la llama del cofrade y le hizo sentir esas cosas, que solo sus trompetas son capaces de expresar. Tanto abriendo cortejo como poniéndole música al palio, cerraron una magnífica jornada.

Una jornada que se finalizaría con el último brillo de las estrellas, de la Estrella más Sublime de todas.

Fotografía: Salvador López Medina / @SalvaLpezMedina